miércoles, 21 de mayo de 2014

OBSERVACIONES SOBRE LECTO-ESCRITURA y MÉTODO DOMAN




Hay algunos métodos que proponen enseñar  a leer  a bebes (Como el Doman o  Filadelfia)

La propuesta consiste en mostrar carteles con las palabras y esperar la magia: su bebé reconocerá las palabras, frases, etc. que le hayan sido mostradas.

El argumento esgrimido es que, mientras más temprano se aprende algo, mejores resultados de aprendizaje se tienen por la plasticidad cerebral. Si los niños aprenden a hablar la propia lengua y lenguas extranjeras, simplemente por estar expuestos a personas que hablan, en el caso de la lectura hay que exponer a los bebes a las palabras escritas.

Esta corriente desprecia las críticas que los métodos visuales han recibido, y afirma que, no importa cómo, los niños leen. 


Según Doman, el niño “ha aprendido a dominar una de las más complejas abstracciones con que tendrá que enfrentarse en la vida: sabe leer palabras. Solo tendrá que llegar a dominar una abstracción mayor, correspondiente a las letras del alfabeto por separado”.



Pero, ¿leen? ¿Es verdad eso? ¿Qué es leer?

Leer no es reconocer palabras completas, es decir,  el dibujo de la palabra. Al menos, eso no es leer en español (ni en inglés,  ni en alemán, ni en ruso, ni en hebreo, etc.), ni en ninguno de los idiomas alfabéticos. El sistema de escritura alfabético (que es eso: un sistema de escritura usado por muchas lenguas) representa sonidos con un grafismo. A diferencia de los sistemas pictográficos o ideográficos, que usan dibujos de las cosas conocidas o símbolos de cada concepto, el  sistema alfabético representa la combinación de sonidos de nuestras palabras habladas.


Chino

Alfabetos
http://www.proel.org/index.php?pagina=alfabetos/romano 


Un niño curioso y despierto será capaz de recordar los dibujos de cosas conocidas (juguetes, mamaderas, etc.) y, del mismo modo, imágenes de palabras y relacionarlas con lo que oye, sobre todo si las aprendió jugando, pero necesitará muchas de ellas para poder leer en el futuro a Cervantes, por ejemplo. Ese niño reconocerá su nombre, los nombres de familiares, amigos, la palabra mamá, y muchas otras. ¿Pero cuántas? ¿Cuántas imágenes hay que reconocer y recordar para leer comprensivamente textos difíciles, nuevos, sin ilustraciones, con palabras desconocidas? Muchos chicos que aprendieron visualmente “inventan” palabras, “leen” palabras parecidas que ya sabían y, por supuesto, no entienden. Tratan de descubrir la palabra conocida y no descifran la nueva.

Los métodos visuales ayudan a incorporar cierto vocabulario rápidamente cuando se inicia el aprendizaje de otro idioma o cuando se busca simplemente que el ser humano siga consignas, carteles, instrucciones, etc.

¿Se podrá leer la Biblia, Cervantes, Shakespeare, Molière, Racine, Machado, Tolkien o García Lorca?

El mundo de la cultura y de la literatura se les escapará a menos que descubran el secreto de la escritura. Es un método que falla en el largo plazo.

Según las explicaciones de Doman, “Es principio básico de todo tipo de enseñanza que se debería comenzar por lo conocido y lo concreto para ir progresando hacía lo nuevo y lo desconocido, y finalmente alcanzar lo abstracto.” Esto es una verdad a medias aplicado a este método. Las palabras completas escritas no son conocidas para un bebe; lo que es conocido es el objeto real al que nombra y la palabra dicha, su sonido. En realidad, estas palabras escritas son imágenes y en ese sentido son algo concreto.
Es verdad que se debe ir de lo conocido y de lo más fácil a lo más difícil y desconocido. Lo que no es cierto es que las palabras completas escritas sean lo más conocido ni lo más fácil.

Algunas indicaciones más que podrán desarrollarse:
ü  El método supone la teoría evolucionista: existió una filogénesis y los individuos la reproducen en la ontogénesis. Mismo presupuesto sostenido por los cultores de la “psicogénesis de la lecto-escritura”.
ü  El método confunde aprendizaje de contenido con aprendizaje de lenguaje. La palabra escrita es una imagen concreta a partir de la cual podemos incorporar contenidos. No es una base para aprender cómo leerse ella misma.
ü  El método confunde aprendizaje del habla con el de la lecto-escritura.
ü  Se da por supuesto que aprender el código alfabético es un paso subsiguiente a retener la imagen de la palabra escrita.
ü  Si el método ayuda a niños que ya tienen alguna enfermedad o dificultad, no se sigue de ello que pueda o deba utilizarse en los demás casos. Es una extrapolación de lo enfermo a lo sano.

ü  Se sugiere a los padres que si no se apuran y les enseñan a leer de bebes a sus hijos, los condicionarán para siempre.


Críticas a los métodos globales:






¿QUÉ MÉTODO ELEGIR? ¿CÓMO APRENDEN LOS NIÑOS?




Mgr. Beatriz Reyes Oribe

La palabra ‘método’ significa camino y un camino debe estar orientado a llegar a destino. Suele pasar que una determinada ruta nos atrae por los paisajes que la rodean pero no nos lleva a donde queremos llegar o no nos lleva en el tiempo necesario.
A partir de Descartes, filósofo racionalista francés, se instaló en la ciencia y la filosofía la idea de que hay un método único que puede ser válido, el que sigue un modelo matemático. Como esto es imposible, muchos saberes y disciplinas  quedaron ‘fuera’ de la órbita considerada científica.
En realidad, el método de un saber debe adecuarse a lo que se estudia, a su objeto (lo estudiado). Y habrá tantos métodos como objetos. Por ejemplo, no es lo mismo estudiar seres vivientes que entes matemáticos, y en cada caso necesitaré adecuar el método a la realidad y a la perspectiva estudiada. De lo contrario, me pondré en una posición reduccionista del saber y extrapolaré un procedimiento válido en un determinado ámbito, a otro en que no lo es. El resultado será la imposibilidad de conocer realmente lo estudiado.
Si bien esta mentalidad afectó sobre todo a las ciencias, puede decirse que también en el caso de los pedagogos se produjo un fenómeno semejante: el método que resultó valido en algunos casos se extrapoló a todos. De ahí la tendencia a la uniformidad de los métodos de enseñanza: cuando aparece uno nuevo que tiene éxito dentro de ciertos parámetros, surge la pretensión de universalizarlo.
En el caso de la educación nos encontramos frente a un tipo particular de método. No se trata de cómo aprende el ser humano o de cómo conoce, por lo menos no de esto solamente, sino de cómo enseñar a otro a hacerse de determinado contenido teórico o habilidad práctica. Entonces, nos damos cuenta en seguida, de que un método para enseñar debe respetar el modo de conocer de las personas. Para enseñar tengo que contar con el modo de aprender del otro.
En esto hay que tener cuidado. El niño es un ser humano que aprende fundamentalmente como tal. Es decir, es una persona, un sujeto humano corpóreo-espiritual. Tiene sí, ciertas características propias de la edad, pero no se distingue esencialmente del adulto. De ahí se sigue que el mundo del niño no será esencialmente distinto del nuestro y podremos establecer una comunicación. Ciertos pedagogos nos hacen creer que solamente los especialistas entienden a los niños y son los únicos que pueden enseñarles con algún método novedoso, que incluye el alejar al niño de sus padres y hacerlo vivir en un artificial universo infantil. El niño es, igual que nosotros, un ser que posee capacidades intelectuales, volitivas, afectivas y motrices. Y es también un ser sociable capaz de comunicarse, de adquirir un lenguaje representativo y expresivo. Por esto, el niño, en la mayoría de los casos, necesita primeramente sus padres, su familia, su entorno natural y comunitario, no un especialista. Aunque el cerebro del niño se esté desarrollando todavía, su capacidad cognitiva y volitiva no dependen solamente del cerebro: la razón y la voluntad son capacidades espirituales, no biológicas[1].
Al mismo tiempo, nuestros niños son sujetos individuales con predisposiciones y tendencias personales. No son una pizarra vacía frente al docente porque, como ser inteligente, el niño aprende y viene aprendiendo desde que nace (o antes). Tampoco es un ser que produzca o construya su conocimiento o su mundo, porque no es posible conocer verdaderamente salvo lo real. Entonces, necesita un docente que lo conecte correctamente con la realidad y pueda nutrir su inteligencia respetando, a la vez, su individualidad y la objetividad de lo que va a ser conocido o aprendido. Esto significa que, aunque hagamos homeschooling, debemos saber que el niño necesita quien le enseñe. En este caso, los padres. Recuerdo esta importante cuestión porque, al defender la educación en el hogar, a veces usamos argumentos fácilmente rebatibles, como “la autonomía del niño” o “aprendizaje autónomo”. Nadie nace sabiendo, y nadie aprende sin ‘maestro’, o mejor, docente. Maestro es aquel que conduce el aprendizaje. En este caso, nosotros, los papás. Pero también, maestro es aquel que sabe (posee la ciencia o el arte) la materia que enseña. En este caso, igual que sucede con los docentes de escuelas formales, necesitamos conectar a los chicos con autoridades en la temática estudiada a través de buenos libros, buenos videos, clases en algún instituto de danza, de música, etc.[2] Ni nosotros ni los así llamados maestros de escuela, somos tales en el sentido total del término. De ahí la importancia de los libros vivos, de los cursos virtuales o los libros hechos por científicos[3], de los encuentros, etc. Sobre todo, los niños mayores y los de secundario se beneficiarán con escuchar o leer a los que realmente saben.
En definitiva, ningún método hace magia, ni es una receta que, si seguimos al pie de la letra, tendremos resultados exitosos. Ningún método reemplaza al educador, o sea, a nosotros. Todo esto indica que para elegir un método tenemos que considerar su valor y su alcance o sus límites, tomándolo en sí mismo; o sea, entender bien dicho método, sus objetivos, los resultados, testimonios, etc. Pero también conocer bien a nuestros hijos para ver si es el más apropiado en concreto. Enamorarse del método es el mejor modo de no ir a ninguna parte.
Además, puede ser que un método sea mejor para ciertas áreas que para otras. Por ejemplo, los “libros vivos” son ideales para aprender literatura ya desde la infancia. Pero los libros de texto y de ejercicios son muy útiles para otras áreas, como matemática, física, etc. No es posible aprender toda la matemática a partir de la vida cotidiana o de lo que algunos llaman las “situaciones problemáticas”.  En cualquier caso habrá que tener presentes los objetivos a largo y mediano plazo que hemos puesto a nuestro homeschooling, y el fin último de la educación, que es el hombre cultivado en las virtudes intelectuales y morales.
Peligros de algunas modas pedagógicas:
Aunque educar en casa a los hijos aminora muchas de las falencias de cualquier método, por el simple hecho de que la educación es personalizada, no tenemos que minimizar los problemas que ciertas pedagogías presentan.
Existe una tendencia en el “universo pedagógico” que es la de incluir un ítem titulado: “haciendo se aprende”. Esto es correcto si se trata de un saber práctico o que requiere ejercitar. Pero no podemos aceptar que todo lo que enseñamos se aprenda “haciendo”. Existen un sinnúmero de temas que no podemos “practicar” ni ejercitar, o que no se reducen a una actividad, y que son esenciales en la educación. Es probable que sean también los más difíciles de evaluar. Ya que somos padres-maestros, que tenemos el tiempo y la relación personal con nuestros hijos, tenemos que dejar que simplemente contemplen, que disfruten de ciertos temas aunque no sea posible saber de manera esquematizada qué aprendieron. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar leyendo o mirando paisajes o viajando, para que se produzca una buena descripción o una narración? Depende de cada persona. Habrá que sembrar y esperar. Algo parecido sucede con la oración y la piedad. En realidad, eso que no podemos evaluar, eso que no podemos medir, es precisamente lo que constituye el fin  de la educación: la persona educada, perfeccionada por virtudes intelectuales y morales.
El otro peligro en las tendencias pedagógicas actuales, que está muy conectado con el activismo que señalamos antes, lo constituye el constructivismo. Se trata de un movimiento pluriforme, pero cuyas ramas confluyen en una mentalidad común: el hombre crea o construye su mundo; ya no se trata  de descubrir el misterio de la naturaleza, de encontrar y aceptar un orden creado por Dios, de beber en la fuente de la cultura y la tradición, sino de producir algo nuevo, y no en el ámbito estético de la plástica o la literatura, sino en el de la ciencia. El constructivismo supone una mentalidad anti creacionista. Parte de una visión del mundo y del aprendizaje incompatible con una cultura cristiana. (No hablo del conductismo porque está tan pasado de moda, que es difícil que tengamos que preocuparnos). Además, el constructivismo, por su pretensión de raíz evolucionista de que el niño reinvente lo ya inventado en la historia de la humanidad[4] (el lenguaje, la matemática, etc.), retrasa el aprendizaje al no conectar al alumno con la cultura y la tradición. Entonces, en lugar de que el aprendiz sea un enano en hombros de gigantes, lo dejan pigmeo y en la isla de Robinson Crusoe.
Por mi experiencia, el constructivismo es una tendencia muy presente en los ámbitos pedagógicos latinoamericanos y, como no tenemos material ni textos en español de algunos de los métodos que se desarrollaron en el capítulo anterior, los homeschoolers latinoamericanos corremos el peligro de tomar el material que circula para las escuelas, el cual sigue la perspectiva constructivista dominante[5]. Es fundamental hallar buen material o generarlo.
Dentro de las modas pedagógicas que nos pueden afectar, aunque hagamos homeschooling, es la de la psicogénesis de la lecto-escritura. Si bien no se trata de un método para aprender a leer y escribir, se usa como tal y con pésimos resultados. Los que lo aplican confunden el proceso por el cual el hombre creó la escritura con el proceso de aprendizaje de cada persona. En Argentina se empezó a aplicar en los años ’80 y tenemos cada vez más analfabetos funcionales.
Para orientarse frente a los métodos de enseñanza elemental: leer y escribir, números naturales, etc., es importante tener presentes algunas distinciones importantes:
ü  Hablar una lengua, leer lo escrito en dicha lengua y escribir son procesos diferentes.
ü  La génesis histórica de una lengua no coincide con el aprendizaje de la misma por parte del nativo, ni tampoco del que la toma de segunda lengua. Los individuos no reproducimos la evolución de la humanidad. Los que esto afirman, parten de una postura evolucionista, que deberían demostrar.
ü  Tanto el español como el inglés son idiomas alfabéticos, no ideográficos: los signos utilizados representan sonidos, no cosas. Por eso no conviene exagerar con los diccionarios de figuras. Eso es bueno para aprender a hablar una segunda lengua, no para escribir la lengua materna. Leer y escribir el español o el inglés supone decodificar un código alfabético y aprender a usarlo significativamente. No es sólo un tema motriz, ni se trata de asociar el “dibujo de una palabra” con el “dibujo de una cosa”. Se trata de aprender un código, no palabras. El vocabulario que se adquiere en este último caso es muy limitado. El que aprende el código alfabético se abre a la riqueza del lenguaje.
ü  El hombre al conocer tiene en su mente una imagen sensorial y un concepto de las cosas conocidas; mientras que la palabra imaginada, hablada y luego escrita, resulta la expresión del concepto.  Si lo queremos esquematizar, diremos que primero está la cosa, por ejemplo, un perro, luego la imagen de este perrito y el concepto de perro (que me permite ‘reconocer’ como perro a cualquier otro), y después la palabra ‘perro’, ‘dog’, ‘Hund’, etc. Esta palabra hablada representa el concepto de perro, no al perro directamente.
ü  El niño, como ya dijimos, es un ser racional, y por tanto tiene conceptos abstractos, como el de ‘mamá’, antes de hablar y, por supuesto, mucho antes de escribir. Es por eso que pregunta ¿qué es?, o ¿cómo se llama?
ü  Para aprender a leer son importantes las sílabas porque son las unidades que pronunciamos juntas. O sea, que usemos el método que usemos, el niño leerá si puede reconocer las sílabas completas.
ü  Respecto a la letra: enseñar la cursiva. La cursiva está ligada a la captación de la unidad de las palabras. Esto se pierde si se permite escribir solamente con imprenta mayúscula. Además es una habilidad cultural que vale la pena conservar aunque existan las computadoras (ordenadores).
ü  La ortografía: no esperar. Enseñar desde el principio que no todas las palabras se escriben como suenan; que existen las tildes; que respetar la ortografía permite rastrear el origen de la palabra, etc. Tener en cuenta que todo saber (teórico o práctico) es un hábito y como tal se forma y cultiva con la repetición.[6] En general, no corregir ortografía es un mal que afecta la enseñanza del español, ya que es un idioma que se presta a escribir como suena.
ü  Con respecto a los números, más allá de los juegos maravillosos que encontramos para entusiasmar a los chicos, hay que enseñar que el sistema numérico es posicional.
ü  Aprovechar la matemática para introducirlos en un hábito científico: la objetividad.

RECOMIENDO: CATURELLI, A., Filosofía cristiana de la educación, UNC, Córdoba 1981.
Recomiendo leer






[1] Desde un punto de vista biológico será más importante la buena nutrición y el estímulo físico-afectivo de los primeros años, que la estimulación “intelectual”.
[2] Precisamente, una de las causas del fracaso del secundario es que los docentes de dicho nivel se preparan más para la “docencia” que en la materia. Se vuelven meros tutores de aprendizaje y en esto no pueden competir con los padres y la educación en el hogar, que es personalizada.
[3] Ejemplos: los libros sobre Matemática escritos por Adrián Paenza en la colección “Ciencia que ladra” y otros de la misma colección –con reservas en algunos casos- , o los de Historia escritos A. Caponnetto, los cuentos tradicionales en su versión original, etc.
[4]  Los evolucionistas creen que la ontogénesis (evolución del individuo) reproduce la filogénesis (evolución de la humanidad).
[5] Se acaba de estrenar el film La educación prohibida, que presenta como novedad o alternativas educativas a escuelas pedagógicas vigentes y/o antiguas: Escuela Activa, Pestalozzi, constructivismo, Paulo Freire, etc. La película también trata el método Montessori y el Homeschooling. 
[6] En esto los conductistas sacaban ventaja, aunque su fin no fuese el hombre educado sino el hombre adaptado. Repetir genera hábitos.