jueves, 1 de julio de 2010

"...HACEN ALGO DE MENOS"

Excelencia educativa (fragmento)
por J. M. Gambra
Enviado por Luciana Yapur

""¿Hijo, qué quieres ser de mayor? Pues... hijo, papá". Así ironizaba sobre su vástago un camarero entrado en años que hablaba, hace unos días, con su compañero mientras servía la barra. "Ahora --prosiguió-- 'me se' va con la novia diez días a Mallorca. ¡Cómo viven estos chicos!"

Estos chicos, sin privarse de ningún placer adulto, prolongan indefinidamente la dependencia de sus padres y se gastan lo que ganan en coches, ordenadores, cadenas de música y diversiones. Estos chicos siguen con juegos de niños hasta los dieciocho años y, hasta los treinta, se pasan buena parte del día entretenidos con Internet y con la televisión. A los treinta y cinco, siguiendo el modelo de la serie Friends, tienen todavía pandillas. ... Y a los cuarenta, empiezan a plantearse el futuro, ante el probable óbito de sus progenitores: se compran un piso de una sola habitación, y todo lo demás sigue igual.

Estos chicos --y no tan chicos-- se divierten, y mucho, cosa que no tiene nada de nuevo. Lo nuevo es que, cuando pierden su tiempo en juergas y pasatiempos, no hacen, como en otro tiempo, algo de más, sino algo de menos. Se juntan, se aman, ven películas, oyen música, se emborrachan o fuman hachís como con desgana y aburrimiento. No lo hacen porque les desborde la fuerza vital de sus pasiones, sino porque les falta fuerza para pensar. Estos chicos ni siquiera son transgresores de normas y costumbres, porque la única norma que conocen es que no hay normas, lo único que creen es que nada es digno de crédito, de lo único que están convencidos es de que nada es verdad. Es decir, estos chicos son escépticos, pero no por exceso de crítica, sino por ausencia de pensamiento. En argot: son pasotas.

Estamos hechos para pensar, esto es, para conocer la realidad, que nos asalta con preguntas y evidencias intranquilizadoras. Pero pensar es doloroso, los datos son molestos y la realidad verdaderamente latosa. Por eso, hace falta mucho instrumento de diversión, mucha conexión con amigos por Internet, mucha repetición de máximas televisivas y, cuando esto no basta, mucho alcohol o suficiente droga para no pensar. Es necesario todo eso en grandes dosis para responder, siempre que se presenta un problema moral, político y religioso: "eso depende", "cada uno ve las cosas a su manera" o "yo paso de esos malos rollos, tío".

Estos chicos ¿de dónde han salido? De nuestro sistema de educación estatal. Lentamente, a base de sucesivos empujones y codazos el Estado Español, ese gran culpable, ha ido arrinconando la educación religiosa y familiar hasta monopolizar, más, mucho más que en otros países, la educación. […] la maquinaria estatal no ha hecho más que engullir todo el control de la enseñanza. Controla la edad de ingresar obligatoriamente en la educación, su duración y contenidos; controla que los listos no destaquen (por eso no pueden aprender a leer antes de los cinco años) y que los otros no se retrasen y, por ello, se les pasa de curso, hayan aprobado o no. Controla la ideología y los métodos de enseñanza, los castigos, los manuales, los exámenes y la preparación de los profesores. Controla el tamaño de los colegios, el de las aulas, el número de cursos y de alumnos por clase, de metros de patio, de gimnasio y de horas de clase, y de todo cuanto se les pueda ocurrir. Controla todo menos lo que debiera, a saber, que no haya bachilleres que no sepan escribir y que no haya profesionales incapaces en las carreras puramente civiles. Las instituciones educativas se han convertido en grandes establos, de régimen cerrado en el caso de colegios e institutos, de régimen abierto en el caso de las universidades. Su fin ya no es educar, es decir, hacer hombres de bien capaces de enjuiciar cualquier asunto, como decía Aristóteles, sino mantener fuera de las calles a los alumnos y "socializarles", es decir, adoctrinarles en el relativismo ... e igualar a todos en la ignorancia. No hablaré de las humillaciones que sufren los profesores. En breve tendrán que dar clase detrás de una urna de cristal acorazado y el orden será mantenido por la policía, como ya va a suceder en Francia. De los conocimientos sólo contaré que en 2º de Bachillerato, justo antes de entrar en la universidad, pregunté quien era anterior, Carlomagno o Alejandro Magno ¡y ninguno lo supo en toda una clase!

Dado tan clamoroso fracaso ¿facilita el estado la educación privada o la educación eclesiástica? Nada de eso. Ni hace, ni deja hacer. […], la educación pública española es un éxito sin precedentes: tras un larguísimo período de instrucción, que se extiende hasta los veinticinco años, los discentes han aprendido a manejar, con más o menos pericia, unos instrumentos de producción y, sobre todo, han aprendido que nada más puede aprenderse. Se ha logrado que los alumnos no distingan la derecha de la izquierda, no ya hasta los doce años, como dice Rousseau, sino hasta la edad de jubilación. La inmadurez e inconsciencia del adolescente se junta con la recaída en la infancia del anciano. No sólo se les ha extirpado la voluntad particular en beneficio de la voluntad general, sino que se ha completado la operación con la ablación de toda concepción del universo que les permita juzgar con independencia de la voluntad general….”





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